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jueves, 10 de julio de 2008

Pinceladas del Panamericano 2008 (II)

Inscripciones y acreditaciones

Cuando comenzamos a redactar estas líneas, aún en Villa Carlos Paz, estábamos ubicados plácidamente en un amplísimo bar de la estación de servicio Petrobras, a unos 300 m del Hotel Mónaco (sede del evento) sobre la Avenida San Martín. Ahí, conectados al ciberespacio mediante tecnología inalámbrica WiFi, subimos esta nota aún en borrador, que ahora logramos publicar definitivamente.

Pues bien, comencemos por subrayar que el clima de convivencia de nuestro grupo fue excelente. Todos nuestros niños y jóvenes dieron en todo momento muestras claras de educación y normas de buen comportamiento, que son siempre tan necesarias, especialmente cuando se sale al exterior.

Por cuestiones logísticas la delegación oriental quedó fracturada en dos contingentes bien definidos, lo que en nuestra opinión no es lo ideal. Una competición panamericana es una instancia de vida, una experiencia memorable, una oportunidad de integración y de aprendizajes comunes, y es deseable que las delegaciones funcionen in totum.


Fachada del Hotel Víctor, donde se alojó parte de la delegación oriental.

La Terminal de Autobuses de Villa Carlos Paz nos quedaba a unas 5 cuadras cordobesas (cuadras de 150 m en subida y bajada) del Hotel Víctor, que nos había asignado la Organización, ubicado en la muy pacífica José Ingenieros al 128, en el microcentro de la ciudad. La otra parte de los orientales se alojaba en el Hotel Victory.

En esta vigésima edición panamericana (que se promocionó como la decimonovena, por error) participaron 545 niños y jóvenes de 17 países.

Recordemos que en el IV Festival Sudamericano de Ajedrez de Federación (diciembre 2007) concurrieron algo menos de 160 trebejistas. Esta diferencia no es sólo aritmética, sino que se pudo palpar en la fuerza de los competidores que llegaron hasta Villa Carlos Paz.


Bernardo y Sabrina, en su cuarta hora de cola para inscribir a sus chicos.

Alrededor de las 15 horas del domingo 29 de junio estábamos en el Hall del Hotel Mónaco para realizar las inscripciones y acreditaciones al Festival de Ajedrez. Después de unas cuatro horas de cola, alrededor de las 18:00 hs, logramos completar los trámites. Ciertamente, no fue un buen descanso para todos aquellos que habíamos concurrido a la Terminal de Tres Cruces a las 18:00 hs del día anterior.

Nuestro largo itinerario había sido el siguiente:
Llegada a Tres Cruces:
sábado 18:00 hs
Salida de Montevideo:
sábado 18:30 hs
Salida de Paysandú:
sábado 23:45 hs
Salida de Colón:
domingo 01:33 hs
Llegada a Córdoba:
domingo 11:00 hs
Salida de Córdoba:
domingo 11:55 hs
Llegada a Carlos Paz
domingo 12:30 hs

Todas las rondas se disputaron en el Hotel Mónaco, ubicado a unos 3 kilómetros de nuestro Hotel Víctor. Para mitigar el inconveniente de la distancia, la Organización dispuso de un sistema de minibuses, que en tres turnos (por la mañana a las 8:00, 8:20 y 8:40) trasladaban a las delegaciones desde los Hoteles alejados hasta el Hotel Sede.



Recordemos que en el Sudamericano de Federación hubo que pagar la locomoción del Hotel a la Sala de Juego, aquí no. No obstante, estos traslados (4 en cada jornada, dos en la primera partida y dos en segunda, de cada día) no colaboraron en absoluto para el descanso de nuestros niños y jóvenes. Entre pitos y flautas, cada traslado implicaba de 30 a 40 minutos, como habíamos sospechado correctamente antes de movernos de Montevideo.

A medida que transcurrieron los días el sistema de traslados se fue aceitando y mejoró sobre el final.

Como anécdota al respecto no nos gustaría dejar pasar en silencio la siguiente:

En una de las primeras rondas de la tarde, el minibus (con una capacidad para menos de 20 pasajeros sentados) nos pasó a buscar por el Hotel Víctor a las 16:20 hs y luego comenzó a recoger más gente de otros Hoteles antes de llegar al Hotel Sede.

En determinado momento, el minibus quedó tan lleno (con niños, jovencitos y acompañantes, algunos sentados, otros parados en el pasillo y hasta en los escalones de las puertas de acceso y descenso) que la gente se echaba una encima de la otra.

Algo patidifusos por tal falta de previsión, le preguntamos a una de las personas que organizaba estos viajes (y que se hallaba en el mismo bus) por qué no se hacía un viaje extra ... Qué impedía que llegáramos hasta el Hotel Mónaco con un número razonable de pasajeros y que luego se regresara por más gente...

No importa demasiado ahora qué se nos contestó, pero la respuesta poco razonable y algo estresada hizo que con firmeza dijésemos: "Mire, señor, que no somos ganado para que nos traslade en estas condiciones".

Lo curioso fue que en ese mismo instante en que le explicábamos esto y que además le advertíamos que se estaba cargando excesivamente el minibus, en ese momento, el pobre vehículo comenzó a "quejarse" y a "toser" con claros signos de indisposición, y después de unos segundos ya no pudo continuar. Unas 50 personas se bajaron del fatigado micro y con determinación se dispusieron a caminar las 6 o 7 cuadras que restaban para llegar al lugar de juego.

La anécdota fue muy graciosa. Algunos de los chicos llegaron a pensar que teníamos una suerte de poder sobrenatural, que podíamos detener un bus en movimiento y saldar así la argumentación a nuestro favor.

En el desayuno del día siguiente, el MI Enrique Scarella nos decía que no podía parar de reirse cuando pensaba en esta anécdota. Le comentábamos al maestro argentino que era lógico que un micro pensado para trasladar una tonelada humana no estuviera afín a cargar dos toneladas y media de gente, más su propio peso. Fue una situación muy curiosa, ciertamente.

A partir de ese momento, en las rondas siguientes, ningún otro minibus llevó gente parada (y los choferes procedieron con firmeza argumentando que había una disposición municipal que lo impedía).

Cualesquiera que sean las anécodotas con respecto a los traslados a la Sala de Juego (y habría algunas otras para contar), es fundamental tener presente una vez más que debemos ser previsores y precavidos con respecto al binomio "Hotel-Sala de Juego". Mientras hubo delegaciones que estaban alojadas en el Hotel Mónaco o bien en Hoteles muy cercanos a este (a dos o tres cuadras), nosotros estábamos a unos 3 kilómetros, con todos los inconvenientes que ello ocasiona.

Amén de que la distancia nos implicaba invertir más de dos horas por día en esperas y traslados, también tuvimos contratiempos para acceder al fixture de quién jugaba con quién en cada una de las nueve rondas, por las mismas razones de distancia.

A vía de ejemplo, mientras alrededor de las 21:30 ya estaban publicados casi todos los emparejamientos de las 12 categorías en las carteleras del Hotel Mónaco (en donde se jugaba), esta información rara vez llegaba antes de la medianoche al Hotel Víctor. En estas condiciones, las preparaciones de cada una de las partidas para la ronda siguiente eran virtualmente imposibles o muy superficiales, pese a que nosotros habíamos concurrido con una base especialmente creada para este Festival, con más de 30000 partidas de los jugadores participantes.

Por estos y otros motivos es que subrayamos la importancia de tomar muy seriamente en cuenta, para eventos de esta categoría (campeonatos sudamericanos, panamericanos, ...), el binomio "Hotel-Sala de Juego".

En una actividad de estas características, de esta exigencia, no podemos dar ninguna ventaja, de ninguna especie, si es que pretendemos competir en las mejores condiciones.

(continuará)

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