Pasaron ya cuatro campamentos en que chiquilines de todo el país se reunieron durante tres días supuestamente para aprender de táctica, finales, resolver problemas y jugar al ajedrez.
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Todo comenzó en Mercedes en julio de 2006, y si bien algunos de los nombres participantes ya eran conocidos, la mayoría de los gurises se desconocían entre sí. En poco más de un año, si algo llamó la atención, fue la integración entre ellos. Y no solo entre los que concurrieron a las cuatro instancias, sino cómo se integran así sea la primera vez que se ven. No hay discriminación y sí ayuda y alegría en conjunto.
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Se puede ver a los grandes con los chicos, a los varones con las nenas, ya sea jugando al ajedrez o al fútbol, conversando en las comidas, compartiendo, dando y recibiendo ayudas. También los profesores fueron cumpliendo un proceso dado por los mismos chiquilines. Pasaron de ser una imagen de alguien inalcanzable a ser, en muchos casos, un compañero más, un referente, alguien que también es capaz de compartir con ellos un poco más que ajedrez.
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Solo el tiempo dirá si toda esta gran campaña podrá cumplir sus objetivos, pero lo que sí sé es que ni un minuto de este esfuerzo ha sido en vano. Pasado los meses, al escuchar a los chiquilines hablar sobre lo vivido, al recordar anécdotas, al averiguar sobre algún compañero lejano, al ver los reencuentros en los diferentes torneos con la alegría de quien hace tiempo que no ve a un amigo, nos da la pauta a quienes los vemos día a día que desde ya vale la pena.
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Ojalá salga de allí algún gran ajedrecista, es el deseo de todos, pero más importante es que salgan grandes personas, y estoy segura que eso se está logrando.
C.G.
NB: Agrademos a los padres y madres de nuestros alumnos, en este caso a C.G. (quien ha deseado figurar sólo con sus iniciales), por compartir con nosotros estas emotivas reflexiones.
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